El primer ejemplo documentado de una
obra de arte firmada por una mujer se remonta a la Alta Edad Media. Los
artistas del medievo no firmaban sus obras y tampoco lo hacían los autores de
los manuscritos iluminados, pero en el ejemplar del Comentario del
Apocalipsis de Beato de Liébana que se conserva en la Catedral de Gerona
(terminado en el 975) aparecen los nombres de Ende "pintora y sierva de
Dios" (pintrix et Dei adiutrix) y del monje Emeterio.
En
el siglo XV comenzó a producirse en Italia un cambio en la
valoración social del artista, que se extendió luego por todo el Renacimiento y
el Barroco. Los artistas empezaron a reivindicar que la pintura, la escultura y
la arquitectura fuesen consideradas artes liberales ya que requerían una
intensa actividad intelectual y espiritual que las alejaba del simple oficio
mecánico y artesano al que estaban sujetas en la Edad Media con el
sistema gremial. En este momento la formación de los artistas requiere
conocimientos de Geometría, Física, Aritmética y Anatomía, disciplinas que no
se incluían en la formación de las mujeres. Empieza a ser fundamental también la copia del natural y concretamente
el dibujo del cuerpo humano desnudo, actividad por completo vedada a la mujer. La
mujer mantiene una absoluta dependencia del varón, accediendo a la profesión de
la mano de un protector, un marido artista o un padre artista. La formación que
reciben tiene lugar en el taller familiar.
Así
se formaron Lavinia Fontana, Artemisia Gentileschi,
Luisa Roldán,…
Si eran de a la nobleza o de la
burguesía adinerada como Sofonisba Anguissola,
la formación humanística que se les proporcionaba incluía el aprendizaje del
dibujo y la pintura al igual que la música, disciplinas que eran impartidas por
maestros consagrados.
Durante el Renacimiento y el Barroco los
artistas empezaron a rechazar el cobro de honorarios por la realización de su
obra, ya que el trabajo remunerado era considerado un "oficio"
indigno de caballeros. Así los artistas, para poder desarrollar su actividad,
buscan la protección de la nobleza o la monarquía. En este sentido, la
aceptación social de algunas pintoras se debió precisamente a que fueron damas
de la corte como por ejemplo, Sofonisba Anguissola
en la corte española y Levina Teerlinc en la inglesa.
El siglo XVIII fue una época de grandes
cambios y grandes revoluciones. Durante la Ilustración se amplía
poco a poco el campo profesional de las mujeres sobre todo en la enseñanza. La
separación de los sexos y los diferentes programas educativos genera una mayor
demanda de profesorado, preferentemente femenino, para las escuelas de niñas.
Por otro lado, las clases acomodadas consideraban imprescindible en la
educación de las jóvenes un cierto conocimiento de dibujo y pintura, así como
de canto y música, por lo que muchas artistas se convierten en maestras de
estas disciplinas acogiendo pupilas (Adélaïde Labille-Guiard).
A pesar de estos logros, la
discriminación es manifiesta. Las mujeres siguen siendo mayoritariamente excluidas de
las Academias y de los concursos como el prestigioso Prix de Rome.
Las Academias eran los lugares
establecidos en la época para la formación de los artistas y el acceso a las
mismas era controlado al máximo por los propios miembros que defendían así sus
prerrogativas frente a otros artistas y sobre todo frente a las mujeres,
restringiendo su incorporación o evitando su nombramiento como miembros de
pleno derecho.
Las mujeres que obtenían el privilegio
de formar parte de las Academias (Angelica Kauffmann, Elisabeth Louis Vigée-Lebrun)
tenían prohibida la asistencia a las clases de desnudo. Esto dificultaba el
acceso a una sólida formación, que incluía el estudio del natural, de la que sí
disfrutaban en cambio sus colegas varones.Las mujeres no podían consagrarse a
géneros como la pintura de historia o mitológica, que implicaban un
conocimiento pormenorizado del cuerpo humano, se veían obligadas a cultivar
géneros considerados "menores" como el retrato, el paisaje o la naturaleza
muerta. Se les cerraban así las puertas del éxito ya que en los Salones y
concursos eran especialmente valorados los grandes temas históricos o
mitológicos.
No tenían la facilidad de sus compañeros para viajar
al extranjero y así completar su educación artística porque era impensable que
las mujeres viajasen sin la compañía de algún familiar o se mostrasen solas en
público.
En
el siglo XIX crece el número de mujeres dedicadas al
arte y se afirma en la sociedad la idea de la mujer artista, pero es un siglo
de grandes contradicciones pues, si bien la mujer va adquiriendo derechos
sociales, laborales, económicos, por otro lado el restrictivo modelo femenino
victoriano relega a la mujer al papel de
esposa, madre y ángel del hogar.
Aparece otro tipo de entidades de
carácter más liberal como las sociedades de artistas en general y las
asociaciones de mujeres artistas en particular,
que se crean para defender, sobre todo en este último caso, los intereses de
estas mujeres instituyendo premios y bolsas de estudio, organizando
exposiciones y luchando contra la discriminación de los organismos oficiales.
Algunos maestros aceptan mujeres en sus
talleres como el caso de Jacques Louis David pero hay cada vez más mujeres artistas
que poseen un estudio propio (o compartido con otras compañeras), un espacio
donde poder trabajar y donde las más famosas aceptan pupilas como el ya
comentado de Adélaïde Labille-Guiard.
En la segunda mitad del siglo las
grandes Escuelas de Bellas Artes comienzan a aceptar mujeres, pero aumentando
para ellas las cuotas de inscripción y manteniendo la prohibición de copiar
desnudos del natural.
Con la vanguardia artística francesa,
proliferan en París los talleres y escuelas que mantienen contacto con los
focos de la bohemia y alguno de los cuales abren aulas femeninas como por
ejemplo el Estudio de Charles Chaplin (donde estudia Mary Cassatt) o la Académie Julian.
El Impresionismo atrae también a algunas mujeres como Berthe Morisot o Mary Cassatt alumnas
de Manet y Degas respectivamente.
Durante la primera mitad del siglo XX
las mujeres se aproximan con entusiasmo al mundo de las vanguardias artísticas.
Aparentemente las limitaciones que había sufrido la mujer a lo largo de toda la
historia se habían superado: ya tiene acceso libre a las escuelas de pintura,
pueden participar en exposiciones y concursos o copiar desnudos del natural,
pero los prejuicios continúan instalados en la sociedad. Así vemos que las
escuelas de arte están gestionadas por hombres, los críticos de renombre son
hombres y los jurados de los concursos los componen hombres.
Solo a partir de los años sesenta, con
la consolidación del movimiento feminista y la lucha por los derechos de la
mujer, se empiezan a realizar estudios que van sacando de las sombras a
artistas de todos los tiempos, algunas de las cuales habían gozado de gran
éxito en su época y demostrando la extraordinaria calidad de los trabajos de
muchas de ellas cuyas obras eran a veces atribuidas a sus padres o maestros
también artistas y, claro está, varones.
En 1989 en
Nueva York el grupo de activistas feministas Guerrilla Girls lleva a
cabo una protesta con carteles donde se leía:
¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar
en
el
Metropolitan Museum?
Menos del 5%
de los artistas de la Sección
de Arte Moderno son mujeres,
pero el 85%
de los desnudos son femeninos.
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